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viernes, 23 de enero de 2015

Posted: 22 Jan 2015 08:57 PM PST

Hace casi un siglo, en 1922, la astrónoma Mary Lea Heger descubrió una serie de extrañas emisiones mezcladas con la luz que nos llega de las estrellas de nuestra galaxia. La investigadora se topó, en concreto, con una serie de líneas espectrales inesperadas, que no se correspondían con las de los elementos que constituyen las estrellas que observaba y que, por fuerza, debían ser producidas por "algo" desconocido que existía en el espacio interestelar, entre las estrellas y la Tierra.

Ahora, y tras analizar la luz procedente de cientos de miles de objetos celestes dentro de la Vía Láctea, un equipo de astrónomos de la Sloan Digital Sky Survey (SDSS) de la Universidad Johns Hopkins, ha conseguido, por primera vez, elaborar un mapa en el que se localizan con precisión las misteriosas moléculas que, supuestamente, son responsables de esas extrañas emisiones. El mapa, que puede verse en alta resolución en este enlace, fue presentado el 8 de enero durante la 225 reunión de la Sociedad Astronómica Americana, que se celebra en Seattle.

"Observar dónde se encuentran esas misteriosas moléculas resulta fascinante", asegura Brice Ménard, profesor de Física y Astronomía en la Johns Hopkins y director de la investigación. Gail Zasowski, por su parte, otro astrónomo de la Universidad que ha participado en el proyecto, asegura que "este nuevo mapa requerirá analizar enormes cantidades de datos y utilizar todo el poder de los análisis estadísticos".

Tras el descubrimiento de 1922, han sido muchos los investigadores que han intentado (por ahora sin éxito) determinar su origen, aunque sí que se ha llegado al consenso de que esas extrañas estructuras detectadas en la luz estelar se deben a las emisiones de una extensa variedad de moléculas que se encuentran en el espacio vacío. Nadie sabe, sin embargo, cuáles, entre los varios miles de moléculas posibles, pueden ser las responsables de esas "anomalías" transportadas hasta la Tierra por la luz de las estrellas.

Para elaborar su mapa, que tampoco las identifica aunque por lo menos las localiza, los investigadores tuvieron que llevar a cabo dos estudios diferentes y en paralelo. Así, el ya citado Zasowski dirigió un equipo que se centró en las zonas más densas de nuestra galaxia, llevando a cabo observaciones con luz infrarroja, que puede penetrar a través de las densas nubes de gas y polvo y mostrar estrellas que hasta ahora habían permanecido ocultas.

Al mismo tiempo, otro astrónomo, Ting-Wen Lan, capitaneaba el segundo estudio, en el que se utilizó luz visible para detectar a las misteriosas moléculas que se encuentran por encima del plano de la galaxia, donde sus "firmas espectrales" son más débiles y difíciles de localizar.

Ménard, por su parte, trabajó simultáneamente en ambos equipos, y reconoce que "aún no disponemos de un mapa completo, pero hemos observado igualmente un buen número de patrones muy extraños".

Lugares solitarios
El equipo dirigido por Lan analizó la luz procedente de más de medio millón de estrellas, galaxias y quasares para detectar a las moléculas por encima y por debajo del disco de la Vía Láctea. Además, el equipo fue capaz de observar en la clase de lugares en los que es más probable que las misteriosas moléculas se agrupen. Algunas se inclinan por las regiones más densas, donde las nubes de gas y polvo son más espesas, mientras que otras prefieren claramente los lugares solitarios y más alejados del bullicio de las estrellas.

"Estos resultados -explica Lan- guiarán a los científicos hacia mejores observaciones y experimentos de laboratorio que permitan precisar las propiedades y la naturaleza de estas enigmáticas moléculas".

Zasowski, por su parte, para "echar un vistazo" hacia el plano galáctico, oculto tras espesas nubes de polvo cósmico, utilizó datos del estudio APOGEE, también del SDSS, que gracias a la utilización de luz infrarroja puede "ver" con facilidad a través del polvo interestelar y medir las propiedades de estrellas de cualquier parte de la galaxia.

El equipo liderado por Zasowski logró encontrar algunas de las anomalías que buscaba en los espectros de la luz de cerca de 60.000 estrellas en un amplio rango de ambientes y fue capaz, además, de medir el movimiento de las esquivas moléculas. "Por primera vez -explica el propio Zasowski- hemos podido observar cómo estas misteriosas moléculas se mueven a través de toda la galaxia. Algo que es de la máxima utilidad y que nos revelará cuál es la conexión que existe entre estas moléculas y la dinámica de la Vía Láctea".

En conjunto, los hallazgos de ambos equipos dibujan un cuadro en el que se aprecia que estas pequeñas moléculas pueden existir en una amplia variedad de entornos y por toda la galaxia.vas. Y queda aún mucho por explorar en estos enormes conjuntos de datos. Esto es solo el principio".

"Casi un siglo después de su descubrimiento -afirma Ménard- la naturaleza exacta de estas moléculas sigue siendo un misterio, pero ahora estamos un paso más cerca de entender de qué están hechas. La era del Big Data aplicado a la Astronomía nos ha permitido observar el Universo de formas totalmente nue

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