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viernes, 18 de abril de 2014

Posted: 17 Apr 2014 06:00 PM PDT
Las supernovas son espectaculares desenlaces a la vida de muchas estrellas masivas. Estas explosiones, que se producen en promedio dos veces por siglo en la Vía Láctea, generan enormes cantidades de energía y son tan brillantes como una galaxia entera.
Estos eventos también son importantes debido a que los restos de la estrella destruida se lanzan al espacio. A medida que este campo de escombros - llamado un remanente de supernova - se expande, arrastra el material que encuentra a su paso.
Los astrónomos han identificado restos de una supernova que tiene varias propiedades inusuales. En primer lugar, se encontraron con que este remanente de supernova - conocido como G352.7 -0.1 - ha extendido una notable cantidad de material, que equivale a cerca de 45 veces la masa del sol.
Otro rasgo atípico de G352 es que tiene una forma muy diferente en los datos de radio en comparación a los de rayos X. La mayor parte de la emisión de radio tiene la forma de una elipse, que contrasta con la emisión de rayos X, que se llena en el centro de la elipse. Esto se ve en una nueva imagen compuesta de G352 que contiene datos de rayos X desde el Observatorio Chandra de la NASA en azul y datos de radio del Karl G. Jansky Very Large Array en rosa.

Estos datos también se han combinado con los datos infrarrojos del Telescopio Espacial Spitzer en naranja, y los datos ópticos del Digitized Sky Survey en blanco. ( La emisión infrarroja a la derecha izquierda e inferior superior no está directamente relacionados con el remanente de supernova).
Un estudio reciente sugiere que, sorprendentemente, la emisión de rayos X en el G352 está dominada por los restos más calientes (unos 30 millones de grados centígrados) de la explosión, en lugar de la más fría (alrededor de 2 millones de grados) emisión de material circundante que ha sido arrastrada por por la onda de choque en expansión . Esto es curioso porque los astrónomos estiman que G352 explotó hace unos 2.200 años y los remanentes de supernova de esta edad suelen producir rayos X que están dominados por material de barrido. Los científicos todavía están tratando de llegar a una explicación para este comportamiento.
A pesar de que no produce una gran cantidad de emisión de rayos X, la cantidad de material - las mencionadas 45 veces la masa del Sol - barrida por G352 es notablemente alta para una remanente de supernova situado en nuestra galaxia. Esto puede indicar que se ha producido un tipo especial de evolución, en el que la estrella masiva que explotó para crear G352 interactuó con una extraordinaria cantidad de material denso que la rodea.
Los astrónomos también llevaron a cabo una búsqueda de una estrella de neutrones que puede haberse producido por la explosión de una supernova. No encontraron ninguna pista de una estrella de neutrones en G352, otro enigma astronómico involucrado con este sistema. Una posibilidad es , simplemente, que la estrella de neutrones es demasiado débil para ser detectada o que la supernova creado un agujero negro en su lugar.




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Posted: 17 Apr 2014 12:00 PM PDT
La luna más grande de Saturno, Titán, es conocida por su densa atmósfera, más propia de un planeta que de satélites como la inmensa mayoría de los de nuestro sistema solar. Titán también destaca por sus grandes lagos, comparables en algunos casos a pequeños mares, y cuya composición muy probablemente está dominada por el metano y el etano.

Un aspecto particularmente fascinante de este mundo es que algunas teorías consideran que la atmósfera y la superficie de Titán son muy similares a como eran las de la Tierra hacia el principio de su historia. En ese sentido, estudiar a Titán puede que sea como estudiar a la Tierra primitiva.

Desde 2004, la sonda espacial Cassini de la NASA ha estado desentrañando los secretos de esta fascinante luna.

El sobrevuelo de Titán que hizo la sonda Cassini el 23 de mayo de 2013 permitió recoger datos que, tras un extenso análisis, han permitido conocer mejor al intrigante Mar de Ligeia, el segundo lago más grande de Titán, así como los patrones climáticos imperantes en la zona y la composición química del terreno circundante.

El equipo de Howard Zebker, de la Universidad de Stanford en California, Estados Unidos, se valió de datos de radar para determinar que la superficie del lago se mantiene lisa, descartando la presencia en la región de olas, así como de vientos capaces de generarlas. Otras mediciones, que concuerdan con lo sugerido por observaciones anteriores, apuntan a que el Mar de Ligeia está compuesto mayormente de metano líquido.

Zebker y sus colegas también han determinado que el terreno sólido que rodea al lago probablemente está hecho en su mayor parte de un material orgánico sólido y no de hielo de agua.

El Mar de Ligeia es un interesante objetivo de investigación científica in situ, y ya se trabaja en la posibilidad de enviar algún día, quizás no muy lejano, una sonda espacial con cápsula de descenso comparable a una barca para que ésta americe en el exótico lago.

En el análisis de datos también han trabajado Alice Le Gall del Instituto Pierre Simon Laplace en Guyancourt, Francia, así como Alex Hayes de la Universidad Cornell en Ithaca, Nueva York, Mike Janssen del JPL (Jet Propulsion Laboratory, o Laboratorio de Propulsión a Chorro) de la NASA en Pasadena, California, Ralph Lorenz del Laboratorio de Física Aplicada de la Universidad Johns Hopkins, en Laurel, Maryland, y Lauren Wye de la empresa SRI International en Menlo Park, California, todas estas últimas entidades en Estados Unidos.



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Posted: 17 Apr 2014 06:00 AM PDT
Utilizando el telescopio VLT (Very Large Telescope) del Observatorio Europeo Austral (ESO) en Chile, un equipo de astrónomos ha captado la llamativa imagen que ha creado el encuentro entre la nebulosa planetaria PN A66 33 y una estrella. El resultado es un una especie de anillo de 'diamantes' inusualmente simétrico, según han apuntado los expertos, ya que aparece en el cielo con perfecta forma circular.

La mayor parte de las estrellas con masas similares a la del Sol acaban sus vidas como enanas blancas, cuerpos pequeños, calientes y muy densos que se enfrían muy despacio a lo largo de miles de millones de años. En el camino hacia la fase final de sus vidas las estrellas lanzan al espacio sus atmósferas y crean nebulosas planetarias, coloridas nubes brillantes de gas que envuelven a las pequeñas y refulgentes reliquias estelares.

En esta imagen se puede ver una nebulosa planetaria asombrosamente redonda, situada a unos 2.500 años luz de la Tierra. Ser tan perfectamente redonda es poco común en estos objetos, ya que normalmente algo perturba la simetría, haciendo que la nebulosa planetaria acabe adquiriendo formas irregulares.

La fotografía capta como la refulgente estrella situada en el borde de PN A66 33 crea esta hermosa visión. Se trata tan solo de un alineamiento casual. La estrella, llamada HD 83535, se encuentra en primer plano, frente a la nebulosa, a medio camino entre la Tierra y la PN A66 33, justo en el lugar adecuado para embellecer aún más la imagen. Juntas, crean un anillo de 'diamantes' centelleante.

En el interior de la nebulosa, visible como una diminuta perla blanca y ligeramente descentrada, se ve el remanente de la estrella progenitora de la nebulosa en el proceso de transformarse en una enana blanca. Aún brilla (es aún más luminosa que el Sol) y emite la suficiente cantidad de radiación ultravioleta como para hacer que resplandezca la burbuja de atmósferas expulsadas al espacio.

PN A66 33 es tan solo uno de los 86 objetos incluidos en el Catálogo de Nebulosas Planetarias creado por George Abell en 1966. Abell también rastreó el cielo en busca de cúmulos de galaxias, recopilando el catálogo, con unos 4.000 cúmulos, tanto en el hemisferio norte como en el hemisferio sur del cielo.



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Posted: 17 Apr 2014 12:00 AM PDT
Un equipo de astrónomos del proyecto internacional Sloan Digital Sky Survey ha empleado 140.000 cuásares distantes para medir el ritmo de expansión del Universo en el momento en que su edad era la cuarta parte de la actual (el Universo tiene ahora 13.800 millones de años). En este trabajo, que establece la medida más precisa del ritmo de expansión del Universo a lo largo de los últimos 13.000 millones de años, han participado Andreu Font Ribera, doctorado por la Universitat de Barcelona (España) y ahora investigador posdoctoral en el Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley (LBNL) de los Estados Unidos, y Jordi Miralda, investigador ICREA del Instituto de Ciencias del Cosmos de la UB (ICCUB). La medida precisa del ritmo de expansión del Universo en diferentes etapas de su historia es importante para dilucidar las propiedades de la energía oscura del Universo, responsable de la actual aceleración del ritmo de expansión.

El Baryons Oscillation Spectroscopic Survey (BOSS), que es uno de los principales programas de observación del tercer proyecto Sloan Digital Sky Survey (SDSS-III), es pionero en la técnica para medir la estructura del Universo lejano a partir de la observación de los cuásares, los objetos más brillantes del cosmos que permiten detectar la materia intergaláctica, aquella que ha quedado distribuida por el espacio entre las galaxias. Las nuevas observaciones basadas en BOSS se han presentado durante la reunión de la Sociedad Americana de Física, celebrada recientemente en la ciudad de Savannah (Estados Unidos).

La luz emitida por los cuásares, unos objetos astronómicos que pueden observarse a miles de millones de años luz de la Tierra gracias a su gran luminosidad, atraviesa nubes de gas de materia intergaláctica, compuesta mayoritariamente por hidrógeno. El análisis de los patrones de absorción del hidrógeno que intercepta la luz de los cuásares en su viaje hacia nosotros es una nueva metodología para medir la estructura a gran escala del Universo.

Los resultados de la investigación combinan dos metodologías diferentes basadas en el uso de los cuásares y el gas intergaláctico para medir el ritmo de expansión del Universo. El primer análisis, llevado a cabo por Andreu Font Ribera y sus colaboradores, compara la distribución espacial de cuásares con la del gas hidrógeno para medir distancias en el Universo. El segundo trabajo, liderado por Timothée Delubac, del Centro de Saclay (Francia), se centra en los patrones de absorción del gas hidrógeno para medir la distribución de masa en el Universo joven. Los dos análisis del equipo BOSS establecen que hace 10.800 millones de años, el Universo -que entonces tenía una edad de sólo 3.0000 millones de años- se expandía a lo largo de cada uno de los tres ejes del espacio a un ritmo de un 1% por cada 44 millones de años.

Tal como comenta el profesor Jordi Miralda, «la expansión del Universo significa que las galaxias se alejan unas de otras, como si el espacio se estirara como una goma por todas partes». Asimismo, «cuando observamos galaxias o nubes de gas muy lejanas, los vemos en el pasado del universo debido al tiempo que tarda la luz para llegar hasta nosotros».

«Si miramos el Universo en su pasado, cuando las galaxias estaban tres veces más cerca de lo que están hoy en día, vemos que un par de galaxias separadas por un millón de años luz entre sí se alejaban una de la otra a una velocidad de 68 kilómetros por segundo a medida que se expandía el Universo», detalla el experto Andreu Font Ribera.

Delubac explica: «Hemos medido el ritmo de expansión del Universo lejano con una precisión sin precedentes del 2%». Conocer los parámetros de expansión del Universo a lo largo de su evolución es clave para determinar la naturaleza de la energía oscura que provoca la expansión acelerada del Universo durante los últimos 6.000 millones de años. «La medida de la expansión del Universo cuando su edad era solo la cuarta parte de la actual nos da una referencia para compararla con las medidas de expansión de la época más reciente, en que la energía oscura se ha establecido como fuerza dominante», afirma Delubac.

Para determinar el ritmo de expansión del Universo, BOSS ha utilizado las llamadas oscilaciones acústicas de bariones (BAO), que son ondas de sonido que provienen del universo primitivo y que dejaron una huella en la forma en que la materia está distribuida por el espacio. Esta huella es visible en la distribución de galaxias, cuásares e hidrógeno intergaláctico en el Cosmos. Según explica Jordi Miralda, «estas ondas de sonido se propagaban a través de la materia intergaláctica y, cuando el Universo tenía solo unos 400.000 años de edad, dejaron un exceso de materia a una distancia fija y conocida de los lugares donde más tarde se formaron galaxias, cuásares, y nubes de gas». «Es -añade- como si alrededor de cada objeto hubiera un anillo de tamaño conocido donde hay un exceso de materia, y eso es lo que permite medir el ritmo de expansión del universo con gran precisión».

Como explica David Schlegel, del Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley e investigador principal de BOSS, la precisión de las mediciones ha avanzado notablemente: «Hace tres años, BOSS empleó 14.000 cuásares para demostrar que se podía elaborar el mapa en 3D más grande que se haya hecho nunca del Universo. Hace dos años, con 48.000 cuásares, pudimos detectar oscilaciones acústicas de bariones en estos mapas. Ahora, con más de 140.000 cuásares, hemos realizado medidas de gran precisión de oscilaciones acústicas de bariones».



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