Posted: 05 Nov 2014 10:00 AM PST
En
el pasado remoto el universo era muy diferente: las fusiones de
galaxias eran habituales y en sus núcleos se formaron gigantescos
agujeros negros, de miles de millones de masas solares que, al absorber
el gas de su entorno, comenzaron a emitir energía. Estos cuásares,
objetos muy lejanos y tremendamente energéticos, tienen un pariente
local mucho menos energético cuya existencia plantea varias cuestiones:
¿existen también a grandes distancias cuásares "tranquilos"? ¿son los
segundos versiones ya apagadas de los primeros o se trata de objetos
diferentes?
La luz de los
cuásares distantes ha tardado miles de millones de años en alcanzarnos,
de modo que estamos viendo el pasado del universo. "Los astrónomos
siempre hemos querido comparar pasado y presente, pero esto ha resultado
casi imposible porque a grandes distancias solo podemos ver los objetos
más brillantes -apunta Jack W. Sulentic, astrónomo del Instituto de
Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC), en España, que encabeza la
investigación-. Hasta ahora hemos comparado cuásares lejanos muy
luminosos con los cercanos y débiles, lo que equivale a comparar las
bombillas de casa con los focos de un estadio de fútbol".
Los
cuásares parecen mostrar una evolución con respecto a la distancia ya
que, según nos alejamos, los cuásares poco luminosos de nuestro entorno
van dejando paso a objetos cada vez más brillantes. Esto podría deberse a
un proceso evolutivo, que indicaría que los cuásares se apagan con el
tiempo, o a un simple sesgo observacional que enmascarara otra realidad:
los cuásares monstruosos y de rápida evolución, muchos ya extintos,
conviven con una población tranquila que evoluciona a un ritmo mucho más
pausado pero que, debido a las limitaciones tecnológicas, aún no hemos
sido capaces de investigar.
Para resolver esta cuestión era
necesario buscar a grandes distancias cuásares de baja luminosidad y
comparar sus características con las de los cuásares cercanos con igual
luminosidad. Algo hasta ahora complicado, porque exige observar objetos
unas cien veces más débiles que los que estamos acostumbrados a estudiar
a esas distancias.
Gracias a la resolución del Gran Telescopio
Canarias, Sulentic y su equipo han podido obtener por primera vez datos
espectroscópicos de cuásares distantes y poco luminosos con la calidad
necesaria para poder determinar sus parámetros esenciales, como su
composición química, la masa del agujero negro central o el ritmo al que
este va absorbiendo materia.
"Hemos podido confirmar que, en
efecto, además de los cuásares muy energéticos y de evolución rápida,
existe una población de desarrollo lento. Tanto, que no parece existir
una fuerte evolución entre los cuásares de este tipo que vemos en
nuestro entorno y aquellos que comenzaron a brillar hace más de diez mil
millones de años", apunta Ascensión del Olmo, investigadora del
IAA-CSIC que participa en el estudio.
Sí que han hallado, no
obstante, una diferencia dentro de esta población de cuásares
tranquilos. "Los cuásares locales muestran una mayor proporción de
elementos pesados, como aluminio, hierro o magnesio, que sus análogos
distantes, lo que evidencia un enriquecimiento producido por el
nacimiento y muerte de las sucesivas generaciones de estrellas", destaca
Jack W. Sulentic (IAA-CSIC). "Este resultado constituye un excelente
ejemplo de las nuevas ventanas al universo que está proporcionando la
nueva clase de grandes telescopios como GTC", concluye el investigador.
Fuente
Web http://grupogabie.blogspot.com/
Pertenecientes a las redes de investigación
R.a.d.i.o.: Red Argentina de Investigación Ovni
R.a.a.o.: Red Argentina Alerta Ovni
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