Observación Visual de Cielo Profundo
Sugerencias para iniciarse y avanzar en la observación visual de objetos de cielo profundo
Rodolfo Ferraiuolo
Muchos destacados observadores creen que su pasión por el estudio del firmamento nació, y se quedó por siempre, al primer segundo de ver un oscuro cielo estrellado. Eso les provocó tal hechizo que jamás olvidaron ese instante. Minutos después ya estaban preguntándose por esas lejanas luces y esas profundas oscuridades mientras seguían disfrutando, absortos y sorprendidos, del espectáculo estelar.
Con el tiempo, cargando sus cartas estelares, prismáticos, telescopios y oculares, salieron a relajarse lejos de las luces y el ruido de la ciudad, para observar bellos cúmulos estelares, intrincadas nebulosas gaseosas y muy distantes galaxias. Poco a poco, con dedicación, empeño y usando técnicas adecuadas, se hicieron expertos observadores visuales y grandes conocedores del cielo y sus misterios.
A continuación se intentará, humildemente, transmitir algunas técnicas y recomendaciones para iniciarse y avanzar, como ellos, por el fascinante camino de la observación astronómica.
Se acepta por objetos de cielo profundo a la gran variedad de cúmulos estelares abiertos o globulares, asociaciones y asterismos, nebulosidades brillantes y oscuras, galaxias y todo tipo de objeto a nivel galáctico y extra-galáctico situado más allá de nuestro sistema solar con excepción de las estrellas, aunque algunos observadores también consideran las estrellas simples, dobles y múltiples dentro de éste rótulo.
Esencialmente, el estudio de estos objetos necesita un fondo de cielo bien oscuro para lograr contrastarlos, ya que son generalmente tenues, de bajo brillo. Para que su observación visual rinda los máximos frutos, hoy en día debemos alejarnos de las ciudades en busca de una ansiada oscuridad, debido a la altísima contaminación lumínica de los núcleos urbanos que nos sustraen las estrellas. Es maravillosa e indescriptible la sensación que se experimenta al observar, a simple vista, la Vía Láctea desde un cielo oscuro y diáfano; luego de haberla vivido, no dudaremos en movernos hacia zonas oscuras en busca de un buen lugar para la observación.
Nuestros ojos han evolucionado bajo un Sol brillante, por lo tanto, su diseño está principalmente preparado para permitir la visión diurna. Pero el sistema visual es versátil y posee la capacidad de habituarse a condiciones de oscuridad, respondiendo, luego de unos minutos, a la falta de luz. Esta cualidad de adaptabilidad para la visión nocturna es fundamental y necesaria para alcanzar el máximo detalle en nuestras observaciones astronómicas.
La luz ingresada a través de la pupila forma la imagen en la superficie interna del ojo, sobre un complejo tejido sensible a la luz denominado retina. Allí se produce una serie de fenómenos que terminan siendo impulsos nerviosos transmitidos por el nervio óptico al cerebro. En la retina se sitúan las células fotorreceptoras, denominadas conos y bastones. Los conos, concentrados en la fóvea (Pequeña depresión, de un poco más de 1 mm2, donde se enfocan los rayos luminosos. Se encuentra especialmente capacitada para la visión aguda y detallada) y principalmente en el centro de el ojo, sobre el eje óptico (Línea imaginaria que recorre los centros de un sistema óptico y forma un ángulo recto con el plano de la imagen. La luz que recorre el eje óptico está básicamente libre de distorsiones), se encargan de aportar la visión en color y gran resolución a la imagen, utilizando la visión directa, ya que están adaptados a la luz intensa; mientras que los bastones, ubicados por casi toda la retina excluyendo la fóvea (a unos 20º alrededor de ésta), fuera del eje óptico, son los encargados de la visión bajo escasa luz, sin detección del color (visión en blanco y negro), pero muy sensibles al movimiento. Los bastones, al hallarse fuera del eje óptico, son los utilizados mediante la técnica de visión periférica o lateral que, nos permite percibir mejor los objetos débiles de cielo profundo o, sencillamente ver un tenue objeto que con visión directa no lográbamos detectar.
La pupila regula el ingreso de luz, expandiéndose ante la falta de luz o encogiéndose rápidamente ante una fuente luminosa. Puede dilatarse hasta unos 9 mm en niños y alrededor de la mitad en personas mayores para, permitir la entrada de mayor cantidad de luz. Con oscuridad, en la retina comenzaran los procesos químicos que activarán lentamente a los bastones, quienes necesitan cierto tiempo para lograr su mayor sensibilidad. Por lo tanto, antes de comenzar con nuestras observaciones, es imprescindible adaptar la vista a la oscuridad por lo menos unos 20 minutos, dependiendo del observador. Luego de esta primera adaptación, lo mejor es comenzar por dirigir la mirada hacia los objetos más brillantes de nuestra planificación (según su posición a la hora de observarlos), dejando los más tenues para más adelante, mientras prosigue la adaptación del ojo que, idealmente, debe ser de más de 30 minutos.
Para ser un buen observador, es importante conocer las posibilidades de nuestro instrumental y también tener algo de experiencia con él. En lo posible, debemos estudiar un objeto cuando éste se encuentre transitando su culminación (máxima altura alcanzada sobre el horizonte), o lo más cerca de ella; de esta forma, su luz atravesará menos atmósfera, sufriendo menos turbulencia y obteniendo más estabilidad, por lo tanto mejor será su imagen.
La luz proveniente de la Luna interfiere drásticamente la observación aclarando el cielo, por lo tanto, si está presente en la noche de observación, hay que cerciorarse de que sea al comienzo o final de la noche y, como mucho en la fase de cuartos; de esta manera nos aseguraremos varias horas de oscuridad. En noches de Luna, mejor observar estrellas simples, dobles y cúmulos abiertos. Como ya sabemos, lo recomendable es observar desde cielos oscuros y diáfanos, donde nuestras observaciones serán ilimitadas pero, si éste no es nuestro caso y lo hacemos desde una ciudad, teniendo en cuenta la limitación que nos genera el alumbrado público y vecinal mal orientado, el smog, etc., debemos elegir los objetos a estudiar de acuerdo a sus parámetros; de éstos, los objetos más complicados serán las galaxias y nebulosas difusas por su bajo brillo superficial. Para estas observaciones urbanas, es muy recomendable el uso de un filtro antipolución como el LPR (Light Pollution Reduction) o el CLS (City Light Supressor) que, reducen los efectos de la contaminación lumínica al bloquear las longitudes de onda amarillas y verdes emitidas por el alumbrado. Aunque parezca raro, posiblemente, para un observador principiante, es preferible comenzar a familiarizarse con el cielo y las constelaciones desde sitios urbanos y suburbanos, ya que desde un oscuro cielo rural se puede confundir ante tal cantidad de estrellas reveladas. Suele pasarle a una persona acostumbrada a observar desde cielos iluminados que, al estar bajo un cielo oscuro y cristalino, confunde las estrellas y constelaciones, o se pierde al buscarlas. No hay que temerle al cielo contaminado, hay que presentarle batalla y ponerse a observar desde el balcón y/o terraza de un edificio, el jardín de la casa, etc. Siempre es mejor colocar el telescopio sobre césped, hierba, o tierra, porque, sobre todo en verano, el concreto o asfalto irá expulsando lentamente el calor adquirido durante el día, generando turbulencias.
Como técnicas observacionales podemos destacar el uso de la visión lateral o periférica, antes mencionada, que consiste en mirar al objeto como “de reojo”, utilizando más los bastones (Mayormente parece haber un poco más de sensibilidad en el ojo hacia el lado de la nariz) y evitando la zona de baja sensibilidad a la oscuridad de la retina, donde están los conos. Como ejemplo: Estudiando en un telescopio reflector de 8” ó 10” (20 ó 25 cm de apertura), la hermosa galaxia M 83 en Hydra, notaremos mejor sus brazos espirales con esta técnica, bajo un cielo oscuro.
El fijar el ojo en la imagen por varios segundos también ayudará a ver más detalles en el objeto, como bordes, claroscuros, etc. Si el objeto es muy débil, casi invisible, pero nos da alguna “sensación visual” o al menos un perfil fantasmagórico, podemos mover ligeramente el telescopio, logrando una diferencia de contraste para revelarlo, ayudándonos con los bastones que, como comentamos antes, son buenos detectores de movimiento.
Es importante resaltar que al observar con un ojo en el ocular, el otro ojo suele mantenerse cerrado provocando una tensión que molestará la visión del ojo usado; es recomendable dejar abierto, pero cubierto con un parche o simplemente con la mano, el ojo no usado, el cual sí podremos usar para tomar notas, dejando ahora cerrado ó tapado el ojo observador, de forma que el más adaptado a la oscuridad, con el que observamos, no pierda esta condición con alguna luz que, aunque sea roja, es necesaria para escribir, etc. También puede utilizarse una tela negra para cubrir toda la cabeza del observador e, incluso el ocular, ocultándonos así de luces parásitas molestas, manteniendo ambos ojos abiertos sin dificultad. Esta tela oscura es muy recomendable al observar desde áreas urbanas con la consabida contaminación lumínica.
Salvo en estrellas (y planetas) es difícil ver colores en objetos del cielo, ya que el ojo necesita captar cierto brillo del astro para apreciarlos. Dentro de los objetos de cielo profundo, existen varios con brillos concentrados y/o de coloridos matices que pueden apreciarse. Como ejemplo, hay varias nebulosas planetarias azuladas y verdosas (NGC 2392 “Esquimal” en Gemini ó, NGC 3918 “Blue Planetary” en Centaurus, para nombrar un par de casos); también unas pocas nebulosas de emisión ó reflexión (como M 42 en Orión, donde aparecen áreas con tenues tonos crema, verdosos y rojizo-amarronados, utilizando medianas a grandes aperturas).
Es conveniente utilizar variados aumentos durante la observación, probando distintas combinaciones. Las nebulosas planetarias logran un mayor contraste con mediano y alto aumento (con altos aumentos podremos detectar un disco “no estelar” donde antes, con bajo aumento, se veía de forma estelar la nebulosa); las galaxias, nebulosidades y tenues cúmulos globulares, con bajo, mediano y, ocasionalmente, alta potencia; las nebulosas oscuras con un ocular de baja potencia y gran campo y, en el caso de cúmulos estelares abiertos o globulares brillantes, cualquier potencia y campo puede ser útil, dependiendo del cúmulo, siendo éstos los objetos que menos sufren los efectos de la contaminación lumínica de las ciudades. Es realmente espectacular ver, al mismo tiempo, varias galaxias (de un cúmulo de galaxias) en el campo de ocular de baja potencia y/o gran campo; aunque éstas sean pequeñas manchas blanquecinas y difusas, es una imagen inolvidable.
Aparte de los filtros tipo LPR y CLS citados, para la observación visual podemos contar con la ayuda de otros filtros (que bloquean o permiten el paso de determinadas longitudes de onda), con muy buenos resultados bajo cielo oscuros (Los filtros se enroscan en los oculares). Por ejemplo los UHC, Oxigeno III y Hβ (restrictivos, pero muy efectivos para destacar zonas de emisión como nebulosas brillantes y muchas nebulosas planetarias). Nebulosas de emisión como M 8, M 17 ó NGC 2070 “Tarántula”, responden muy bien al O III, al usarlo en ellas nos sorprenderá la imagen resultante. Para detectar nebulosas planetarias de aspecto estelar, que se confunden con otras débiles estrellas del campo, es muy útil utilizar un filtro O III, ya que el filtro ocultará las estrellas del campo y resaltará la nebulosa.
Es aconsejable tomarnos un buen tiempo con cada objeto, de esta forma irán apareciendo más detalles, estrellas, etc., al transcurrir los minutos, logrando así una visión estable y profunda. Durante la observación debemos respirar tranquilos, estar relajados y cómodos; tener algo de alimento en el estómago, ya que la visión nocturna no va bien con la falta de azúcares, también va mal con el alcohol y la nicotina. Lo correcto es preparar, y cuidar, la vista con tiempo, idealmente usar anteojos de sol con protección UV durante el día o los días anteriores a la observación.
Durante y después de la observación debemos, idealmente, tomar notas y realizar gráficos, bosquejos y/o dibujos con lápices adecuados (no hace falta realizar una obra de arte, sí reflejar en el papel, lo más fiel posible, el objeto estudiado) y/o, grabar pausadamente en audio descripciones y comentarios de lo estudiado, para luego confeccionar un interesante y útil reporte, dejando constancia de ciertos datos como: Objeto estudiado (identificación) y ubicación del mismo; fecha y hora (mejor en Tiempo Universal); condiciones del cielo y visibilidad, clima (nivel de oscuridad, transparencia -perjudicada por partículas en suspensión-, seeing -condición de turbulencia atmosférica, crítica en la resolución de la imagen-, MALE, presencia de la Luna, temperatura, humedad, viento, etc.); aumento utilizado y campo visual proporcionado por el sistema telescopio/ocular (FOV, por Field Of View, en inglés), coordenadas del lugar de observación y su categorización (Urbano/Suburbano/Rural/De montaña), altitud; instrumental utilizado (a simple vista o, telescopio y/o binocular utilizados); uso de filtros; tiempo de observación; etc.
Es útil e importante, al menos, determinar la Magnitud Límite Estelar (MALE) del sitio de observación, para así tener una idea de bajo que calidad de cielo estamos observando. La MALE es la magnitud de la estrella más débil detectable a simple vista. Mientras que en una ciudad, sofocada de luz, la magnitud límite puede ser 2, 3 ó 4, en cielos rurales o de campo alcanzará 6 ó 6,5 y, bajo oscuros cielos de desiertos y montañas, alcanzaremos 7 a 7,5 e, incluso algo más en situaciones excepcionales, generalmente a cierta altitud.
Con respecto al objetivo observado, podemos: Describir los alrededores del objeto estudiado, su campo aledaño y la localización de otros objetos en el mismo campo visual; registrar estrellas brillantes o destacadas, colores estelares, estrellas dobles, pares importantes, también asterismos interesantes y/o que ayuden a situar el objeto; tomar nota de si se observa cierta absorción en el área; si el brillo de una estrella próxima al objeto nos perturba la visualización, etc.; destacar si nuestro objetivo es fácil o no de hallar, dependiendo de la oscuridad del cielo y el instrumental; si el cuerpo estudiado es un objeto destacado, brillante, grande, débil, tenue, etc.; si es visible a simple vista, con prismáticos y/o telescopio, a bajos, moderados o altos aumentos, con visión directa, periférica, con o sin filtros. Además, estimar sus dimensiones usando de referencia distancias angulares entre las estrellas que, luego pueden confirmarse en cartas celestes y softwares o, ya con más experiencia, con referencia al diámetro del campo en el ocular; describir su aspecto, forma, estructura, concentración, orientación, densidad, color, resolución, gradiente de brillo, conteo de estrellas componentes en cúmulos abiertos, estimar su magnitud, etc.
Toda anotación o registro sirve, por más que parezca irrelevante verán que luego puede ser importante, hasta anotar que el objeto no pudo verse u encontrarse. Uno de los mejores modos de recordar las experiencias observacionales y afianzar los conocimientos es llevar un diario o carpeta de reportes (manuscrita o en la computadora), donde, además de plasmar lo técnico (que, con el tiempo, se convertirá en un importante banco de datos), podemos anotar otros condimentos como la presencia de la familia y amigos en la sesión, etc.
Como necesitamos un mínimo de luz para realizar nuestras tareas, como elección de oculares, ver cartas celestes, tomar notas, etc., usaremos luz roja y la ideal es la proporcionada por un monocromático LED rojo de moderada a baja intensidad. Sucede que, como ya se comentó, para ver en la oscuridad nuestros ojos utilizan los bastones de la retina, los cuales son insensibles al rojo y, además, la luz blanca contraerá nuestras pupilas rápidamente.
Nuestras observaciones mejorarán con el ejercicio y experiencia; se sorprenderán cuánto ha crecido la capacidad de observación cuando comparen las primeras observaciones con las últimas, luego de poco tiempo.
Para buscar un objeto, sin disponer de Go-To en la montura, muchas veces utilizaremos el método (conocido en inglés como Star Hopping) de saltar de estrella en estrella, siguiendo una ruta, hasta llegar al objetivo, tanto a simple vista, como con buscador, prismáticos y telescopio. Una vez localizado, comenzaremos la detección con un ocular de baja potencia y luego iremos cambiando de ocular hacia más aumentos, logrando un mejor contraste. Es importante colocar correctamente el ojo en el ocular, hacer buen foco y, que éste último sea de una calidad respetable (un mal ocular arruinará nuestros esfuerzos observacionales. Un buen ocular nos dará una nítida, colorida y contrastada imagen).
Al planificar (muy conveniente) la observación, no es eficaz recargarnos de objetivos, generando una lista interminable. Conociendo las posibilidades de nuestro instrumental, tenemos que inspeccionar los datos conocidos de los objetos a estudiar, esencialmente su magnitud visual (medida de brillo aparente), tamaño angular o aparente (medido en grados, minutos y segundos de arco) y brillo superficial (magnitud aparente por arcosegundos cuadrados). Notarán que el brillo superficial no es un dato menor ya que, generalmente, en objetos extensos, donde la luz se esparce por toda su superficie, como en varias nebulosas, cúmulos estelares y galaxias (sobre todo, vistas de frente), cuanto más bajo sea el brillo superficial, más grande será su tamaño aparente, o también, en nebulosas planetarias de pequeñas dimensiones o en pequeñas galaxias de luminosos núcleos, el brillo superficial podrá ser más alto que su magnitud visual (medida por el brillo integrado del objeto. Puntual en estrellas).
Una gran cantidad de avezados observadores opinan que el mejor telescopio para comenzar en la observación visual de objetos de cielo profundo es, generalmente, un luminoso reflector newtoniano de mediana apertura. Al menos es ventajoso su precio, ya que este sistema óptico y con montura dobsoniana, permite fabricar telescopios hasta de gran apertura a bajo costo en relación a otros sistemas. De todas formas, el mejor telescopio es el que tenemos, más si es robusto, simple, eficiente y está bien calibrado o colimado. Más importante que el telescopio aún, es observar bajo un buen cielo oscuro; con un pequeño refractor de 6 cm, bajo estas condiciones, serán visibles los 110 objetos del catálogo de Charles Messier (1730-1817). Telescopios refractores de 6 cm u 8 cm, alcanzarán magnitud entre 11 y 12,5, respectivamente, y nos brindarán grandes campos estelares, mientras que las grandes aperturas nos permitirán observar objetivos débiles y pequeños, estructuras en galaxias, etc. Hay cientos de objetos al alcance de pequeñas y medianas aperturas y, varios miles con medianas y grandes aperturas. Con un telescopio de 12” (30 cm), siempre desde cielo oscuro, podemos estudiar los casi 8000 objetos que componen el catálogo NGC (New General Catalogue of Nebulae and Clusters of Stars) y, algunos miles más ingresados en otros catálogos.
Según la zona, generalmente la peor época para la observación es en la estación estival, porque las noches son cortas y, fundamentalmente, tendremos más inestabilidad atmosférica debido al calor del día. Fuera de esta época, fácilmente tomaremos frío en la noche, por lo tanto debemos pensar en salir a observar con buen abrigo para mantener una temperatura agradable. También llevarnos un termo que nos brinde algún líquido caliente (las bebidas alcohólicas no proporcionan mejoría ante el frío, todo lo contrario ya que producen vasoconstricción) y, alimentos que aporten energía, como chocolate, fruta seca, etc. Dentro de la vestimenta de abrigo para aislarnos del frío, además de una campera (tipo de montaña, impermeable), camisetas, polar y grueso pantalón (o más de uno), son importantes los guantes (pueden ser dos, los primeros, finos poder para manipular el instrumental y, los de arriba gruesos para los períodos sin utilizar las manos), buenas medias (hay especiales para muy bajas temperaturas), botas que nos protejan del frío y la humedad; un cuello de polar o bufanda y, un gorro y/o pasamontaña (en la cabeza es por donde el cuerpo pierde más calor, por ello es fundamental el gorro. Si la cabeza se enfría, el cuerpo reaccionará reduciendo el flujo sanguíneo a las extremidades y aumentándolo hacia la cabeza, enfriando manos y pies). Por suerte, hoy en día existe mucha vestimenta térmica adecuada. En invierno tendremos las mejores noches y, el impresionante centro galáctico sobre nuestra cabeza (en el hemisferio sur). No debemos olvidar, antes de salir a observar, chequear el clima. Por último, es ventajoso llevar algún banco o taburete, para sentarse al pie del telescopio y observar cómodamente.
Siendo un observador experto, sabrá donde buscar y, verá más detalles en débiles objetos, utilizando pequeñas aperturas, que otros observadores inexpertos utilizando grandes aperturas. Se pueden desarrollar, de igual manera, grandes habilidades para la observación, con binoculares, pequeños telescopio o grandes aperturas. La destreza observacional se obtiene con la práctica, con paciencia y perseverancia.
Hay mucho para escribir sobre el tema; espero, este resumen sirva para informar y alentar al astrónomo aficionado a que siga o comience con el estudio de los fantásticos objetos de cielo profundo, así como animarlos a reportar y compartir sus observaciones e inquietudes en algún foro de astronomía, o en sitios Web personales, blogs, etc., las que nos ayudarán a todos.
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