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martes, 17 de diciembre de 2013

ANTES DE LA MADRUGADA.

Suena el despertador. Me levanto a ver las estrellas. Tomo mis prismáticos, y salgo a la calle de mi barrio. Llego hasta la empalizada, al final de la acera, por el lado sur. Veo a Alfa y Beta del Centauro. Quiero localizar a la nova Centauro, recientemente descubierta; una nova clásica.No la veo. Hay viento,y además,no deseo que ningún chorro me robe los binoculares. Estamos en las 5 de la mañana, y está todo oscuro, con algunas luminarias. Regreso haciendo los cien metros, a mi departamento.Pero enfrente del monoblock, veo a Sirio  y Canopus. Ah, también, a Anlilam, Anlitak, y Mintaka, el cinturón de Orión. Y a  Betelgeouse. Al salir al patio, vuelvo a ver a Orión y Can Mayor y Carina. O sea, las constelaciones de Sirio y la estrella Canopus, respectivamente. Me preparo un café,para tomar, mientras veo el mapa interactivo de mi computadora. Son las 5:14 de la madrugada, o de la mañana. Me fijo hacia el sudoeste, y a cierta altitud, ¿se encuentra Mialplacidus, de Carina?. Parece que si. Se halla a 60 o 70 grados,apxte.
Hay un viento de cierta intensidad. El cielo esta límpido pero con algunas nubes. Están anunciadas tormentas para estos días. Hacia el este, a baja altitud, hay relámpagos con nubes algo espesas. Pero el cielo me sigue atrapando. Es un amor muy grande. El firmamento, lleno de astros, y astros.
Mientras tanto, ahora voy a buscar algún material de apoyo, para esta narración científica, y en parte literaria. Orión y el Toro. Constelaciones.

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