Posted: 25 May 2015 08:00 AM PDT
No
estaban muertas, sino escondidas. Millones de antiguas galaxias, que
los invesigadores consideraban casi extinguidas, podrían en realidad
«seguir vivas» y permanecer ocultas a la vista tras densos «escudos de
estrellas» robados a otras galaxias. Incluso la Vía Láctea, nuestro
hogar espacial, podría «llevar dentro» una de estas galaxias antiguas.
El hallazgo se acaba de publicar en The Astrophysical Journal.
En
2005, los astrónomos hallaron que en el Universo más joven y distante
se daba un misterioso exceso de galaxias esféricas compactas. Dichas
galaxias, que suelen tener cerca de un tercio del tamaño de las que, con
la misma forma y masa, podemos ver aún a nuestro alrededor eran, en
efecto, muy abundantes hace unos 11.000 millones de años, pero escasean
mucho en la actualidad. De hecho, el Universo cercano está dominado por
grandes galaxias elípticas (cúmulos gigantes de estrellas y sin apenas
estructura) y por espirales como nuestra propia Vía Láctea.
«Pensábamos
que prácticamente todas las galaxias esféricas compactas habían
desaparecido del Universo -afirma Alister Graham, de la Universidad
Swinburne de Tecnología en Melbourne, Australia-. De hecho localmente
encontramos muy pocas de ellas, apenas un puñado».
Igual que los
dinosaurios desaparecieron de la Tierra tras una colisión cósmica, las
simulaciones informáticas muestran que estos «dinosaurios galácticos»
del Universo temprano fueron eliminados por medio de fusiones y
colisiones de unas galaxias contra otras. Y son muchos los astrónomos
que piensan que esa es la razón de la discrepancia entre su antigua
abundancia y su actual escasez.
Sin embargo, la idea de las
colisiones tiene un problema: si realmente hubo tantas fusiones,
deberíamos estar viendo aún muchas de ellas orbitándose mutuamente o en
ruta de colisión. Cosa que no vemos.
«Se sabe que no se están produciendo suficientes fusiones -afirma Graham-. Se trata de un problema sin resolver».
Graham
y sus colegas, sin embargo, creen haber encontrado una explicación. Y
cuando echaron un vistazo más de cerca a los censos de galaxias del
Universo local, hallaron que muchas de ellas habían sido clasificadas
erróneamente. Un análisis más detallado de las imágenes reveló, por
ejemplo, que 21 galaxias etiquetadas como grandes nubes tridimensionales
de estrellas (elípticas gigantes) eran en realidad discos planos con
grandes abultamientos en el centro.
Y esos abultamientos, además,
resultaron tener, en palabras de Graham, «exactamente la misma masa y
forma compacta que las galaxias típicas del Universo temprano». Lo cual
sugiere que muchos de los esferoides compactos que se creían
desaparecidos podrían estar en realidad ocultos y haber desarrollado un
disco, probablemente robando hidrógeno y estrellas a las pequeñas
galaxias de los alrededores, pero sin haberse fusionado con ninguna de
su mismo tamaño.
«La compacta esfera de estrellas original sigue
estando prácticamente intacta en el centro -asegura Graham-. Y oculta a
la vista». Los astrónomos que clasificaron esas galaxias fueron
engañados, porque a menos que se vean de canto desde nuestra posición,
pueden parecer perfectamente nubes irregulares de estrellas.
Los
resultados sugieren que en realidad el número de antiguas galaxias
esféricas en el Universo local es unas mil veces superior al que se
creía hasta ahora. Lo cual, esta vez sí, concuerda con el número de
galaxias esféricas del Universo primitivo.
Pero Graham va más
allá. Y sostiene que por lo menos una parte del bulbo central de nuestra
propia galaxia pudo, en otro tiempo, haber sido una de esas galaxias
compactas. Después, el propio disco formado a su alrededor también
contribuyó con estrellas al crecimiento del bulbo central.
La
idea, hasta el momento, no se le había ocurrido a nadie. Solo falta que
otros astrónomos la apliquen a sus propias investigaciones y comiencen a
mirar alrededor de una forma completamente nueva.
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